Para los negros en Cuba, la Revolución no ha terminado / Roberto Zurbano


Rostros de Cuba / Luis Felipe Rojas
El cambio es la más reciente noticia sobre Cuba, pero para los afrocubanos es más un deseo que una realidad. En los últimos cinco años han desaparecido muchas prohibiciones absurdas que impedían hospedarse en un hotel, comprar un teléfono celular, vender su casa, abrir una empresa privada, viajar al extranjero, etc. A estos gestos les llaman aperturas, pero no es más que naturalizar la condición ciudadana. Los resultados, no solo económicos, de tales gestos, traerán verdaderos cambios que permitirán a Cuba salir de la Historia y entrar, de una vez, en el Presente. El Futuro se acerca veloz, desesperadamente, y en esa carrera van cayendo sueños y utopías compartidas hasta ayer por muchos cubanos.

 
A la apertura económica al sector privado, los negros llegamos en desventaja. Heredamos más de dos siglos de esclavitud y sesenta años de exclusiones republicanas (1902—1959) que, en medio siglo de Revolución (1959—2013) no logramos superar, por la manera en que el racismo se oculta y renueva cuando no se debate, ni se enfrenta política y culturalmente. Si los años sesenta significaron oportunidad para todos, los setenta constatan que no todos estaban en capacidad de aprovechar dichas oportunidades; aun así, los ochenta exhiben un alto por ciento de profesionales negros que, al llegar los años noventa, quedan fuera de los espacios privilegiados por el turismo y la economía mixta. Ya en el siglo XXI es evidente que la población negra está sub-representada en los espacios de poder económico, político y hasta en las universidades, contrario a su sobre-representación en el mercado informal, las ilegalidades y los barrios marginales.
Si en los noventa comienzan a circular dos monedas en el país, también se viven dos realidades contrastantes: la primera, permite a la familia blanca recibir remesas del exterior, especialmente de Miami, base de un exilio cubano mayoritariamente blanco. La otra realidad muestra a la población cubana que no recibe remesas, esa mayoría negra que vio apagarse la utopía socialista desde el rincón más incómodo. Para ella, entrar hoy en la nueva economía es un reto. En los últimos veinte años los negros cubanos sufren una involución o parálisis de la gran movilidad alcanzada entre 1959 y 1989. Paradójicamente, en ese mismo periodo llegó a decretarse en libros y discursos oficiales el fin del racismo en Cuba; negarlo era visto como un acto contrarrevolucionario, de modo que denunciar este racismo ha sido bien difícil; pero ya hemos logrado desde cierto activismo cultural y político que se reconozca oficialmente. Creo que abandonar la lucha antirracista, en especial contra lo que llamo neo-racismo, sería una ingenuidad política con nefastas consecuencias futuras.
Raúl Castro anunció su último mandato presidencial y con ello cierra una era en la política cubana. Para ese entonces ya el país será otro y esperamos que mujeres, negros y jóvenes sepan enrumbar la nación entre la diversidad que será reconocida y ejercida, donde se escuchen los proyectos de nación que duermen en la cabeza de muchos. Las nuevas generaciones políticas cubanas aprenderán a andar con sus propios pies y sobre todo con sus propias cabezas. Aspiro a que, antes del 2018, organizaciones como La Cofradía de la Negritud, el Comité Ciudadano de Integración Racial, la Articulación Regional Afrodescendiente, la Comisión José Antonio Aponte u otras que integran el movimiento antirracista cubano, crezcan legal y organizadamente para encontrar las soluciones aplazadas que una amplia mayoría negra sigue esperando. También espera el fin del embargo, pero urge más elevar su autoestima, sus condiciones materiales, su acceso a mejores trabajos y al reconocimiento, no solo comercial, de sus culturas. Y para que también protagonicemos los nuevos modos de entender y construir la nación.
No pido que en las próximas elecciones del 2018 un negro sea presidente de Cuba, sino que ese tránsito nos permita formar buenos líderes, empoderar comunidades y construir consensos y alianzas estratégicas dentro y fuera del país. Aun es insuficiente nuestra conciencia racial y sería muy pequeño (o fugaz) el triunfo de un cubano negro, tan solito allá arriba, en medio de un contexto muy prejuiciado, al frente de un país cuyos lazos políticos y culturales con África todavía algunos tratan de escamotear… Ya tendremos oportunidad de tener un papa o un presidente negro a quien no le amarren las manos fácilmente. Por mi parte, sigo luchando y soñando con un país donde los negros seamos dueños, forjadores y críticos de nuestro propio destino de cubanos y disfrutemos una ciudadanía más plena. Ese país no ha llegado todavía pero, además de soñarlo, salgo a buscarlo cada mañana.

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